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una transformación súbita e inquietante. Ahora se
escucha modalizado [14] por
un sombrío acompañamiento de tono menor y ritmo apremiante. El
cambio repentino de marcación expresiva nos sumerge de golpe en
el género de una narrativa romántica; se anuncia un giro
melodramático, un cambio truculento en la trama: "aquélla [fanfarria] que se
nos presentó ayer como
alegre y jovial, es en realidad otra"; o "el pueblo heroico
e inocente está a punto de ser víctima de una traición" (ej. 5).
[Ej.5: cc.
78-83]
Pero sin razón aparente el ambiente sombrío es abortado
y sustituido por una muestra melosa de otro tipo
expresivo totalmente inesperado: [15] el de una pastoral pirécua michoacana (cc.89 -
108). [16] Este tipo
expresivo -¿evocación de inocencia y virginal pureza del pueblo?-
será a su vez interrumpido -¿saboteado?- por otro,
decididamente satírico (cc. 117 - 119 y cc. 125 - 136). Sin
preparación alguna, esta manifestación de lo satírico es suplantada por la
pintura sonora de lo que parece una balacera (cc. 137 -
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151, ej. ....), y ésta a su vez, en el colmo de
la incongruencia expresiva, por un brevísimo episodio pastoral de pirécua, que
curiosamente se anuncia por medio de su acompañamiento: el chún
ta ta de una de una folclorísima "guitarra" (cc. 151 - 155). [17] Lo que se revela
así como la parodia satírica de un pastiche, parece confirmarse con
un vulgar gesto callejero, una mentada propiciada por la
tuba, la cual además ironiza el regreso de la fanfarria con la
que inició la obra (ej. 6).
[Ej. 6: cc.
161-168]
Si bien estos episodios melódico-expresivos aportan
la necesaria marcación de "mexicanidad" para la articulación de una propuesta
de paisajismo musical como la que promete el título de la obra, su
amontonamiento azaroso, su brevedad, su continua enajenación
armónica, su naturaleza efímera, pero sobre todo su incongruencia
expresiva, conforman un paisaje más bien alborotado e inquieto, una suerte
de "anti-paisaje", en el que ruido y heterogeneidad son el común
denominador.
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