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De suyo, la escritura de este tipo de obras implica solucionar
algunos retos singulares relacionados con las características
extramusicales de los argumentos. Desde una perspectiva estética queda claro
que la música no representa ni puede representar nada, y ni
siquiera ese increíble glissando del trombón al final de la obra
de Revueltas es la representación del esófago del pato o de la caída
del renacuajo, o del llanto de Mamá rana, o de algo semejante.
No en estrictos términos semánticos. Y sin embargo, la
lectura combinada de la música y la historia permiten en ese y en muchos otros
casos correspondencias extraordinarias que inciden directamente en
la audición de la pieza y en su posible concepción narrativa tanto
como en el proceso de discernir la poética de los autores en
cuestión al momento de concebir una pieza de naturaleza narrativa. En
síntesis, parece haber un conjunto de tres posibilidades que suelen
ser motivo de análisis a propósito de este tipo de obras y
que resumo en los términos siguientes. Primera, discernir la relación
entre la música, su estructura y la narrativa en la que se
fundamenta; segunda, confrontar dicha relación con lo intrínsecamente musical
y apuntar distintas posibilidades
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auditivas al separar música y narración; y tercera, comentar de qué
manera cada una de tales partituras se relaciona con algunos de
los cuestionamientos centrales expresados en torno de la problemática
noción de la narrativa musical. [2]
De la partitura de El renacuajo
existen dos versiones; la primera escrita en 1933, la segunda en 1936.
Según el recuento de Contreras Soto sobre los avatares en los que
esta partitura se ha visto envuelta, [3] la primera versión nunca fue estrenada con
títeres, mientras que la segunda, ampliada para poder ofrecer una
música mejor adaptada para la escena, llevó a Revueltas a modificar la
obra sustancialmente. De esta segunda versión, queda también un
valioso apunte donde su autor sintetizó la trama, fijó en nueve las
partes de la obra y plasmó algunas observaciones escénicas. Para
quien busca entender de qué forma la estructura de la obra
se relaciona con la historia de Rafael Pombo, dichos apuntes resultan
cruciales e inciden, por igual, en ambas versiones. Ahora bien, en
tanto Revueltas revisó su obra con fines escénicos -puesto que fue aun
más preciso sobre cuestiones de montaje en la partitura de 1936-
cabe concluir que la segunda
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