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leit motiv? Y quizá la pregunta más importante, aunque
de respuesta evasiva, tenga que ver con la percepción misma de la obra:
al finalizar su audición no queda la impresión de haber transitado
por un rosario sonoro, sin ton ni son y más o menos adaptado
a cierta narrativa, sino por una obra con un singular sentido de
equilibrio. En ella todo parece estar en el lugar adecuado y aun los
pasajes estridentistas nunca se desbordan ni sobrepasan a
sus contrapartes tonales de modo que surge así una simple pregunta:
¿cómo hizo Revueltas para balancear la imaginación desbordante que
le fue característica y que la brevedad de su Renacuajo hace
todavía más patente?
La revisión de las distintas
partituras y apuntes nos da una clave singular: Revueltas concibió su obra
dividida en cuatro grandes secciones -en cuatro escenas,
propiamente dichas- y la consiguiente agrupación de las diecinueve secciones
en cuatro partes revela una organización particular.
Así agrupada y gracias a sus notables coincidencias formales, resulta útil
leer la estructura de la obra como la de una sinfonía o sonata
clásica: un primer grupo temático en Mi
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mayor, un segundo grupo en Sol mayor, una tercera
sección equiparable a un desarrollo y una recapitulación -a partir del compás 173
donde vuelven a sonar los temas A y D, que son los principales de
cada grupo temático.
Tabla 2. Divisió
n formal de El renacuajo paseador y apuntes
escénicos de
Revueltas. [6]
(Para la nomenclatura de los temas, véase Tabla
1).
Pero decir que El renacuajo parece tener forma sonata,
es decir lo menos importante. A menos que se recuerde, claro, que la
forma sonata sirvió a los clásicos para balancear la difícil ecuació
n entre forma y expresión. En este sentido, es notable el manejo que
Revueltas hace de sus pasajes estridentistas: si los
primeros temas van salpimentados por este tipo de sonoridades poco
a poco esas estridencias comienzan a ganar terreno. En la
segunda escena tienen ya un espacio propio porque su perfil resulta
idóneo -en el nivel de lo narrativo- para el inicio de la
francachela y para el alboroto que arman los ratones. Esas
estridencias, por lo demás, llegarán a su punto de mayor expresión en los
compases
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