Foro Virtual Silvestre Revueltas
   
 
 
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de Verlaine, en el alcohol de Silvestre, en el de Mussorgsky,
en el de Whitman, en el santo, criminal alcohol de todos los
hombres solitarios, que es como si acabáramos de recibir una
bofetada en pleno rostro.

Más no una bofetada de ellos, sino una bofetada de Dios. Y
no obstante los hemos condenado y los hemos escarnecido y nos
hemos repartido sus vestiduras, después de jugárnoslas a la
suerte, a su suerte, a su infortunada suerte de
multiplicadores del pan. Es así entonces como hay que
comprender a este repartidor de alma que fue Silvestre, y no,
no absolverlo de ningún modo, puesto que nació absuelto desde
que fue concebido.

Silvestre nació absuelto porque previamente ya era un ser
condenado sin remedio. Él era la condenación misma, su propio
cuerpo del delito, la condenación en estado de gracia
concebida sin pecado original, definitiva y pura, y no había
nada que absolver más allá del hecho justísimo y aterrador de
ser Silvestre el condenado, de estar condenado a ser
Silvestre. Porque, en suma, Silvestre no es nada, sino una



 

predestinación consumándose día con día, un compromiso
adquirido desde antes, la fidelidad al pacto de autoelegirse
únicamente en una sola forma, con exclusión de cualquier
otra, y no ser sino aquello que era, pues de lo contrario
desertaba de Silvestre, huía de su condenación, de la única a
través de la cual podía ejercer el oficio del espíritu, que
no era el de la música, claro está, sino por el contrario,
del que la música era un simple instrumento, como pudiera
haberlo sido la santidad o el crimen. Es decir, porque
solamente puede ejercerse el espíritu en su condición de esa
voluntad libre que elige lo que le está predestinado, y que
se transforma en una voluntad superior, entonces, cuando
elige conscientemente sólo aquello, y únicamente aquello,
para lo que a su vez está elegida. En esto radica la suprema
intrepidez, el dolor y la valentía, la soledad desorbitada y
promisora, de este ser tan lleno de las más humanas y nobles
impurezas, de este pedazo de violencia corporal, y este
existir apasionado, al que damos, a falta de otras palabras,
el nombre de Silvestre Revueltas.

 
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