Foro Virtual Silvestre Revueltas
   
 
 
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estos sin haberte conocido. Por eso estoy aquí. Es malo que
los hermanos no se conozcan.

Era fantástico, pictórico y pueril. Era el gigante genial
de la música de México. Tres días y tres noches se pasó en mi
casa. Yo salía a mis quehaceres y volvía a encontrarlo
sentado esperándome en el mismo sillón.

Repasamos nuestras vidas y las vidas ajenas. Conversábamos
hasta muy tarde en la noche y luego él se echaba sobre una
cama con el traje y los zapatos puestos. Al verlo dormido, yo
le dejaba otra botella de vino, abierta, cerca de su inmensa
cabeza.

Así como llegó a mi casa, un día desapareció sin despedida y
sin ceremonia. Se había ido a dirigir los ensayos de su
Renacuajo paseador, ballet clásico de nuestra época
contemporánea. Algún tiempo después, la noche del estreno,
estaba yo en un palco. En el programa se acercaba el momento
en que debía presentarse Silvestre a dirigir su obra. Pero en
ese momento no llegó. Sentí que desde la sombra me tocaban el



 

hombro. Miré hacia atrás. Su hermano José Revueltas me
susurró:

. Vengo de casa. Acaba de morir Silvestre. Eres el primero
en saberlo. Salimos a conversar. Me contó que se había
agravado en los últimos días y que poco antes de morir había
pedido que colgaran en la pared, frente a su lecho, el
sombrerito de paja que se llevó aquella vez. Al día siguiente
lo enterramos. Yo leí mi Oratorio menor, dedicado a su
memoria. Nunca un muerto me había oído con más cuidado.
Porque mi poema lo sacaba de las circunstancias y del
territorio para darle la verdadera dimensión continental que
le correspondía.

Cómo citar el texto:

Carta de Pablo Neruda a Gustavo Díaz Ordaz [fragmento],
febrero de 1969. Reproducida en Rosaura Revueltas, Los
Revueltas (Biografía de una familia), México, Grijalbo, 1980.
[Documento electrónico disponible en

 
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